jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo 4: El arma secreta

Siempre le habían gustado los sábados, como a todas las personas que tenían un trabajo. Significaba descanso y relax, incluso para Amanda que lo adoraba unos días para descansar no venían mal… pero para ella se habían convertido en un auténtico suplicio, porque solía ser cuando Richard se ligaba a las rubias o se emborrachaba y acababa pegado a la puerta de su casa golpeando y gritando. En resumidas cuentas, no le agradaba para nada, normalmente se iba a casa de Sofía pero esta había salido y no podía hacerlo. Por suerte en la mañana había quedado con los chicos para que le informaran de cuál iba a ser la siguiente parte del plan.

Miró su armario y suspiró mientras intentaba decidirse entre dos vestidos diferentes, al final se inclinó por un suéter blanco y una falda de cintura alta de estampado de flores en algunas franjas que llegaba hasta justo debajo de la rodilla: recatada pero a la vez sexy y lindo. Se peinó el pelo hasta que quedó lustroso y brillante, como de anuncio de champú de esos que dan orgasmos. Negó con la cabeza un par de veces con una sonrisa en los labios, jamás los entendería. Se colocó los zapatos de tacón negros en conjunto con el cinturón. El resultado le agradó cuando se puso un poco de maquillaje, nada exagerado: colorete, delineador de ojos, algo de sombra, nada de pintalabios, le resecaba y no le gustaba como le quedaba, ya eran suficientemente rojos por su cuenta.

Se puso el abrigo nuevo, cuando se lo abrochó bien este se ajustó a las curvas que se creaban entre su estrecha cintura y sus caderas. Tomó su bolso y miró si tenía todo dentro, faltaban las llaves. Las buscó por toda la casa, estaban en la nevera ¿Qué narices hacían en la nevera? Bueno, a saber, no quería pensar en eso por el momento. Miró las notificaciones en su móvil al tiempo que cerraba la puerta tras ella, bajando después las escaleras. Por mucho que fuera extraño para alguien que adoraba, casi fantaseaba, con los coches no tenía uno por varias razones: No tenía aparcamiento, mucho menos parquin, y no tenía dinero para el tipo de coche que quería, no cualquiera valía para alguien que sabía más de esas máquinas que de maquillaje.

Tomó un taxi y pagó antes de bajar de el con una suave sonrisa que hizo que el taxista parpadeara un par de veces sorprendido y que le cobrara de menos la carrera. Sonrió de nuevo hacia él agradeciendo y entró en el edificio mientras se pasaba las manos sobre su regazo, odiaba que se le arrugara la parte de debajo de su trasero. Entró sin llamar porque la esperaban y ya era una habitual… lo que no esperaba era ver a una chica rubia abrazada y pegada cual sello a William que parecía más que contento con esta situación mientas envolvía sus brazos alrededor de la cintura de la sonriente rubia ¿Por qué todas tenían que ser rubias? En serio, pensaba teñirse si seguía así.

- Creo… que llego en mal momento- murmuró mientras intentaba darse la vuelta para marcharse, no sabía porque había sentido una fuerte punzada en el pecho al verlos en esta situación.

- No, no, Amanda pasa- pidió Marcus que parecía conocerla por la forma en la que le revolvió el pelo antes de acercarse a ella. Era todo un caballero y le tendió la mano para tomar su bolso y su chaqueta.

Para su sorpresa William dejó lo que estaba haciendo, prácticamente placó al estilo rugby a Marcus y tomó su abrigo antes de mirarla de arriba abajo con admiración. La rubia sonrió de forma traviesa mientras los miraba fijamente y los engranajes de su cabeza empezaban a formar calculadoras conexiones, aunque Amanda no lo vio porque estaba entretenienda sonriendo y mirando a esos hermosos ojos de aquel chico que apenas conocía hacía unos días. Cuando desapareció en la parte de atrás para dejar las cosas se acercó a la nueva chica y tomó asiento en un sofá junto a ella que parecía más que acomodada en el club, como si fuera su lugar de toda la vida y tan solo lo cediera de vez en cuando a los que visitaban el lugar.

- Hola, tú debes de ser Amanda, he oído hablar de ti, mi nombre es Verónica- se presentó mientras le tendía la mano y sonreía ampliamente, con un novio así ella también sonreiría.

- Mucho… gusto- respondió indecisa con la absurda e infantil necesidad de negarle la mano y sacarle la lengua, no le gustaba y no sabía porque, normalmente no juzgaba a la gente sin conocerla. Al final cedió y la apretó suavemente.

- Yo soy los refuerzos- guiñó uno de sus ojos y volvió a lamentar que los suyos fueran marrones, los de esa chica eran de un hermoso color verde.

- Verónica es experta en software informático para móviles y… digamos que es buena acercándose a los hombres- rio Carlos mientras dejaba de jugar a la Game Boy que tenía entre las manos y la miraba.

- A ver qué dices de ella, todavía voy a tener que darte una tunda- intervino William que acababa de volver.

- El plan es el siguiente- empezó Antonio mientras se ponía en pie- Verónica se acercara a el Estú… A Richard y se contoneará de forma sexy- hizo una demostración moviendo caderas y todo desfilando por el lugar lo que hizo que tuviera que morderse el labio inferior para no reír y que William tuviera ganas de lanzarse sobre ella como animal en celo- cuando ligue con ella esta podrá tomar el móvil, ponerle un virus espía y además nos ayudará a manipularlo, no en vano dicen lo de: tiran más dos tetas…- no pudo terminar ya que un cojín lanzado por Marcus le impactó en la cara.

- En resumidas cuentas… va a ligarse a mi novio- terminó ella, le caía peor la chica a cada segundo que pasaba.

- Tranquila cielo es un paso hacia un premio mayor- aseguró esta mientras se ponía en pie- yo me voy, tengo mi objetivo y mi cita, os informaré en cuanto pueda.

- Oh si cielo, infórmanos todo lo que quieras… mándanos una foto con tu vestido bien ajustado- respondió Carlos con una sonrisa lobuna que se ganó una colleja de William y Marcus a la vez. Sonó un estallido que dio a entender lo doloroso que debió ser.

- Ya veremos hermosura- esta le miró de arriba abajo con descaro-, ya veremos.

En el momento en que las puertas se cerraron tras ella pareció que la tensión que se había instalado en el ambiente se disipó, Marcus disimuló una sonrisa al notar la mirada de disgusto que Amanda le dedicó antes de que desapareciera y miró justo después a William… ¿La pequeña consentida del club había descubierto que había más hombres además de su novio? No lo sabía, ella era mucho mejor guardando sus sentimientos que su amigo, prácticamente tenía un cartel luminoso en la frente que rezaba “Estoy enamorado y cachondo por esta chica”. Algo le decía que iba a ser muy pero que muy divertido, más incluso de lo que ya había imaginado en un principio.

- Hoy estas algo pronto aquí- comentó Antonio que se había acercado y sentado en el apoyabrazos que quedaba a la derecha de Amanda-, no es que me molestes, nada más fuera de la realidad, sobre todo cuando pareces tan apetecible como un caramelito… al que cualquiera querría desenvolver- movió sus dedos en el aire como si lo hiciera ganándose una mirada de odio de parte de William.

- Es verdad- convino su hermano- tienes unas piernas con las que un hombre quiere rodearse el cuello o las caderas- sonrió de forma pícara Carlos lo que hizo que ella se sonrojara y se atragantara con su propia saliva empezando a toser- pero el caso es que parece que hoy llegaste antes de lo normal… además es el día en el que se supone que puedes empezar a ver a Richard… ¿Te hizo algo?

Ella bajó la mirada y debieron pensar que sucedió algo malo porque un aura oscura empezó a formarse sobre ellos. Apenas se conocían y llevaban una semana juntos pero ellos ya la habían aceptado en su pequeña familia como uno más, los gemelos podían siempre estar bromeando sobre llevarla a la cama, pero en realidad sabía que la cuidarían como una hermana llegado el momento. Las caras oscuras de todos ellos la asustaron, eran capaces de llamar a la policía y crear pruebas falsas para encarcelarlo de por vida, cualquiera les creería… sobre todo si era mujer. Le costaba admitirlo pero el sexo femenino perdía la capacidad de concentración cuando tenía alguno de esos especímenes cerca, con cuatro no podrían más que balbucear y asentir a todo.

- ¡No, no, no!- se apresuró a decir- solo es que los sábados es cuando suele emborracharse y llevarse a chicas a cualquier lado… recordad que fue cuando empezó a llamar a mi puerta de esa manera, odio verlo borracho, siempre me dice cosas muy hirientes cuando lo está- murmuró apartando la mirada de nuevo.

- No tienes que preocuparte más por eso cielo, si vuelve a estar de esa manera en tu puerta tenemos las cámaras y estaremos allí antes de que puedas siquiera asustarte- aseguró Marcus mientras les daba un par de palmaditas en la mano, no quería que William se le lanzara encima de nuevo si la abrazaba.

- Lo sé, muchas gracias- murmuró antes de alzar la cabeza con una tímida sonrisa.

- Sinceramente no sé qué le ves a ese tipo- soltó William, estaba enfadado, él la cuidaría como el mayor de los tesoros y evitaría que nada le hiciera daño y aquel idiota no paraba de corromper su sonrisa.

- A veces yo tampoco, pero supongo que en el corazón no se manda- negó con la cabeza con media sonrisa en los labios.

William se acercó y colocó su mano suavemente sobre la rodilla de ella, de forma muy correcta, no quería que nadie dijera que intentaba ligar con la chica de otro hombre, no era de ese tipo, aunque una parte de él gritara por que empezara a atraerla hacia su terreno. Los gemelos se miraron y alzaron lentamente una ceja antes de volver a mirarlos, después se volvieron hacia Marcus que asintió con una sonrisa socarrona en los labios. Los de estos se curvaron de forma maléfica de una manera tan exacta que cualquiera que los estuviera mirando hubiera sentido un escalofrío.

- Nosotros tenemos cosas que hacer- dijo Carlos antes de acercarse a Amanda y darle un beso demasiado cerca de la comisura de los labios, William apretó tanto la mandíbula que le crujió.

- Sí, hay que preparar cosas- comentó Antonio antes de acercarse a ella tanto como le fue posible antes de besar su mejilla demasiado tiempo mientras miraba con malicia a su amigo que fruncía el ceño con ganas de matarlos.

- A mí me esperan en los juzgados- aseguró Marcus tomando la mano de esta y dándole un beso en los nudillos capaz de hacer que a cualquier mujer se le caigan las bragas empapadas, sobre todo por la forma en la que la miraba a los ojos.

¿Qué… cojones… acababa… de… pasar? Se preguntó mientras se lamía los labios lentamente, después de todo empezaba a sentir que el corazón se le iba a salir por la garganta. Todo ellos eran adonis, no estaba acostumbrada a que hombres con ese calibre se acercaran de esa manera y pensar que ahora tenía cuatro para ella sola. Se había estremecido de arriba abajo sin poder evitarlo, era fiel a su novio, creía que amaba a su novio, pero no era de piedra y cualquiera de ellos eran capaces de hacer que un modelo se sintiera avergonzado de su aspecto… aunque nada podía compararse al momento tenso que había vivido junto a William cuando estaban en el coche, en aquel momento había sentido que si la besaba podía dejar todo atrás por él; aunque ahora que sabía que tenía novia jamás se lo plantearía.

En el momento en que se quedaron a solas un molesto silencio se instaló entre ellos, William seguía mirando la zona por la que se habían marchado sus supuestos amigos con ganas de seguirlos y reproducir alguna de las escenas de Kill Bill… tenía una Katana en casa, quizás pusiera en marcha esa idea, no estaba mal del todo. Ladeó la cabeza mientras pensaba en cómo tenderles una trampa, el problema es que los había enseñado tan bien a ponerlas que eran capaces de superarlas todas y jamás les daría su merecido. La venganza se servía fría y él tenía muy buena memoria y mucha mala ostia, detrás de esa carita de ángel se ocultaba un verdadero demonio, a veces se sentía antisocial y se perdían en su mundo virtual seguro por días.

El silencio era tan denso que cuando las tripas de Amanda sonaron parecieron un león rugiendo y en el mismo momento su rostro tomó un fuerte color rojo por la vergüenza. William la miró con una ceja levantada antes de romper a reír y llevarse una mano a la cara, no sabía cómo lo lograba pero siempre conseguía sacarlo de sus pensamientos manipuladores. Normalmente se perdía en ellos y a no ser que algo muy grave pasara se abstraía de todo y de todos.

- ¿Quieres comer algo? Por el sonido que hay en tu estómago yo diría que si- respondió por sí mismo mientras la miraba todavía aguantándose la risa.

- Si… todavía no tomé nada desde la mañana temprano, tenía que terminar unos informes y quería hacerlos antes de que se me hiciera tarde- murmuró esta avergonzada mientras miraba las manos que había dejado sobre su regazo.

- Entonces vamos- se puso en pie y le tendió la mano- ven, te voy a enseñar una nueva parte del club que no habías visto.

Ella sonrió y se levantó siguiendole hacia la trastienda, por un pasillo casi oculto tras un biombo pasaron a la parte que jamás había visto. En una de las habitaciones había una sala repleta de ordenadores, en otra un montón de papeles, supuso que sería el archivo muy mal ordenado por cierto, y al final había una amplia cocina con un ventanal que dejaba todo muy bien iluminado. Parecía que los chicos muchas veces no tenían tiempo de salir a comer porque cuando abrieron la nevera estaba completamente llena de todo lo necesario para cocinar.

- No se me da muy bien esto, pero haremos pasta que es rápido y fácil- dijo este mientras sonreía de lado y tomaba de uno de los cajones superiores la pasta, esperaba no quemar la cocina con su poca experiencia.

Puso a hervir algo de agua con sal y colocó los macarrones en el recipiente en el momento en que empezó a burbujear. Ella para ir adelantando hizo la salsa boloñesa con algo de carne picada que había encontrado en la nevera, olía bastante bien mientras se movía de un lado a otro en serena armonía.

Después de comer decidió dejarlos trabajar así que se marchó a casa, antes o después tendría que hacerlo. Entró en esta y suspiró mientras cerraba la puerta y dejaba las llaves donde siempre, limpió la casa tras cambiarse de ropa y colocarse uno de los monísimos pijamas cortos que había comprado William para ella. Una vez estuvo todo reluciente se sentó con las piernas cruzadas ante la tele, conectando el USB para empezar ver uno de los siguientes capítulos de las muchas series que tenía empezadas pero casi nunca tenía tiempo para ver al tiempo que comía palomitas como la friki de la ciencia ficción que era ¿Debía empezar por el Doctro Who o Los Grimm?

Cuando se dio cuenta ya había anochecido así que se preparó para ir a la cama, dormiría profundamente hasta el domingo y utilizaría as horas de la tarde, porque sabía que no se despertaría hasta después de la una, para preparar algunas cosas del trabajo que habían quedado con flecos. Bostezó y suspiró mientras caminaba hacia la habitación soltándose el pelo recogido en un moño. No le gustaba dormir con él recogido completamente, luego le quedaba a marca y se acababa haciendo daño con el coletero o la pinza al dar vueltas sobre el colchón.

Encendió la luz de cuarto, que había sufrido un profundo cambio, no quería nada que le recordara aquella tarde que vio a Richard allí con la rubia. Ahora las paredes eran blancas menos la del cabecero, ahora de forja, de un relajante borgoña y lijó el resto de los muebles para que parecieran nuevos. Fue a apagar las del comedor cuando unos fuertes golpes retumbaron por toda la casa. Se quedó paralizada y tomó aire profundamente mientras se dirigía hacia la puerta, ya no tenía que evitarlo. Colocó la mano sobre la manilla de la puerta y se mordió el labio inferior antes de abrirla y encontrarse con un achispado Richard que pareció espabilarse al verla. Sus ojos subieron y bajaron por su cuerpo de un modo que hacía años que no utilizaba con ella, casi pudo notar como brillaban con apreciación ante sus piernas torneadas al descubierto, la franja diminuta de piel que se veía entre el top de tirantas y los pantalones cortos. Estaban en invierno pero su casa tenía calefacción y se podía permitir ir así ya que le entraba calor también del piso superior y del inferior.

- Oh bebé… ese pijama no te lo había visto nunca- comentó mientras parpadeaba un par de veces, ese gesto antes le parecía adorable, ahora estúpido.

- Sí, renové mucho de mi vestuario- respondió ella mientras sonreía y ladeaba la cabeza suavemente- ¿Qué quieres?

- ¿Vienes a bailar? ¿me dejas ver esos nuevos modelos?- alargó sus manos y la agarró de la cintura para atraerla hacia él.

- Sabes que no me gustan esas cosas- respondió ella mientras se escabullía hacia el interior del piso y él la seguía.

- ¿Dónde has estado esta semana? Ni siquiera respondiste mis mensajes- hizo un puchero, a su edad, un puchero, en serio, eso le hizo rodar los ojos mientras suspiraba.

- Estuve ocupada, sabes que me vuelco mucho en mi trabajo, si sólo viniste por eso tengo que dormir –señaló al cuarto.

- Estaría más que dispuesto de seguirte- ronroneó él mientras dejaba caer su cabeza en el hueco de su cuello.

Sonrió mientras se mordía el labio inferior, algo dentro de ella se derritió al tener sus atenciones largo tiempo esperadas, pero algo menos intensas de lo que las recordaba… era como un recuerdo descolorido de lo que ella deseaba. Un aroma dulzón llegó hasta su nariz y la frunció mientras alzaba sus manos y lo empujaba de pronto mientras le miraba frunciendo el ceño, no lo podía creer… cada día le tenía menos respeto.

- ¿Vienes a mí después de haber estado con otra?- jadeó mientras se apartaba un mechón de la cara, no sabía quién de las dos era más idiota, si él por presentarse así o ella por creer que la valoraría.

- Nunca te ha importado Bebé- sonrió intentando alcanzarla pero ella se apartó.

- No… fuera de aquí, vete- señaló la puerta enfurecida, le habían enseñado que ella era mucho más que un objeto y no se iba a dejar pisotear de nuevo.

- ¿Ahora te pones así?- sonrió de forma desagradable y ella se estremeció porque sabía lo que venía después de eso- eres una puta que se aferró a mí porque sabía que nadie más se fijaría en alguien como tú y lo sabes. Te atreves a negarte a estar en mi cama –se volvió hacia la puerta- bueno, no te preocupes, tengo cientos de mujeres a mis pies y me tiraré a todas ellas antes de volverá una frígida mal zumbada como tú.

Cerró la puerta de un portazo y ella sintió como las lágrimas caían por su cara sin poder evitarlo, le temblaban las rodillas mientras se mordía el labio inferior y cayó al suelo dejando caer su cabeza contra el respaldo del sofá que estaba a su derecha, sentía la tela algo áspera contra su frente mientas las lágrimas caían sin parar y le temblaban las manos. Pegó un pequeño puño contra el mueble y lentamente se sentó dejando reposar su espalda contra el lugar donde antes tenía la frente, cerró los ojos dejó que su pecho se estremeciera por los estertores del llanto. Alargó su mano y tomó el móvil de una mesilla cercana, miró la pantalla iluminada sin meter el patrón de desploquéo todavía… pero no podía llamar a nadie, no se sentía con fuerzas.

Como si el destino estuviera interviniendo el aparato empezó a temblar entre sus dedos y la cara de William apareció parpadeando en una llamada entrante. Lentamente descolgó y se lo llevó al oído sin dejar de llorar.

- ¡Hey! Están dando El imperio contrataca en…- empezó él pero de pronto paró al escucharla- ¿Estás llorando? ¿Qué ha pasado?

- Yo… - intentaba hablar pero su voz salía entrecortada por el llanto- Richard… -gimoteó algo inteligible entre lágrimas.

- Estaré allí antes de que te des cuenta- colgó sin darle tiempo a responder.

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