miércoles, 25 de marzo de 2015

Capítulo 6: Preparativos mode on



Amanda acababa de recibir un mensaje de Marcus para que fuera a visitarlos, no entendía de qué se trataba pero sabía que era mejor no preguntar. De todas maneras habían salido y se encontraban en su cafetería de siempre, Matt se había apresurado a prepararles sus bebidas preferidas y, como era habitual, le agradeció con una suave sonrisa que hizo que este se atragantara con su propia saliva, aunque ella no se dio cuenta de nada. Sofía a veces sentía pena por el pobre muchacho que era bastante atractivo la verdad, aunque parecía que no era del tipo de su amiga porque ni siquiera lo miraba dos veces cuando se acercaba a servirlas.

- ¿Qué decía el mensaje?- preguntó Sofía mientras daba un sorbo a su café.

- Que me acerque a la sede del club ¿Quieres venir y conocerlos?- respondió mientras terminaba con el pastel que estaba comiendo, aunque ya se había comido alguno en casa cuando estaba deprimida necesitaba azúcar.

- No, tengo que hacer algunas cosas antes de mañana, pero recuerda que tienes que ir pensando en tu cumpleaños ¿Está bien? Este año lo tienes que celebrar sí o si- la señaló con una galleta de chocolate- ¿Qué es eso de celebrarlo sólo cuando tu hermano está? No es muy normal cariño- alzó una ceja.

- Bueno, ya sabes que cuando mi madre murió él fue mi apoyo en el sentido de fiestas, aprender a salir y a relacionarme… incluso intentó darme consejos sexuales- frunció la nariz- creo que ese fue uno de los días más vergonzosos, raros y difíciles de mi vida- rio mientras negaba con la cabeza.

Puede que desde fuera la relación con su hermano no se viera muy normal pero cuando tu padre es militar y tu madre desaparece del mapa no te queda otra que hacer buenas migas con la única persona que queda para hacer de progenitor. Cuando ella tenía cinco años él acababa de cumplir los diecisiete y aun así dejó de lado las fiestas y demás para ocupare de ella. Por las mañanas siempre le preparaba el desayuno y el almuerzo, los primeros días cocinaba fatal pero con los años se había hecho un experto; en su cumpleaños le hacía una tarta y soplaban las velas juntos, le hacía el mejor regalo y siempre preparaba algo rico las noches en que echaba de menos a su madre y lo buscaba llorando. La protegió cuando los chicos querían conseguir cosas indecentes, rompió más de una cara y lo expulsaron por ella un par de veces… tenía que adorarlo.

Desde que él se había embarcado en la marina tan solo había celebrado fiesta cuando él estaba para preparar el pastel, cuando no tan solo hacía una íntima celebración con sus amigos más cercanos y una web cam donde su hermano gritaba como poseso desde el barco. Rio al recordar la última vez porque algunos de su compañeros se unieron a la fiesta y se sentaron alrededor de la mesa que Teo utilizaba para apoyar su portátil brindando por ella. Tenía la sensación de que esa fecha era ya un momento señalado para todo el barco.

- Ya veremos… venga, vete a hacer tus cosas cariño- le guiñó un ojo- yo me voy a ver a cuatro pivones a que me suban el ánimo.

- Está bien, si por alguna razón te quedas sola me llamas y seguimos con el plan de día de chicas- le guiñó un ojo y tras pagar se marchó moviendo las caderas, atrayendo la mirada de muchos hombres.

Amanda siempre se había preguntado cómo se sentiría el que todas la miraran asombrados, nunca le había gustado ser el centro de atención, pero de vez en cuando gustaba que la miraran con atracción. No se dio cuenta de la forma en la que el sol entraba por la ventana y daba en su pelo que brillaba suavemente, dándole un tono casi irreal. Su piel era blanca y suave, parecía de porcelana en ese momento y la forma en la que sus labios se posaban sobre la taza blanca hacía que muchos hombres se quedaran mirándola embobados. Matt dejó pesadamente una taza delante de uno de ellos con una sonrisa claramente forzada.

- Aquí tiene su café señor, que lo disfrute- intencionadamente le cortó la vista de Amanda mientras salía del establecimiento despidiéndose de él.

El trayecto en taxi hasta llegar al club lo pasó con los cascos puestos, escuchando grandes éxitos de los ochenta que su hermano siempre ponía mientras ella hacía los deberes. Miró por la ventana hacia el cielo algo plomizo, estaba a punto de llover y cuando paró bajó pagando y dejando algo de propina. Caminó colgando mejor el bolso sobre su hombro y quitando uno de sus cascos para poder escucharles. Ya ni siquiera llamaba a la puerta cuando llegaba, era como su segunda casa, había tanta confianza que se había acostumbrado a las tonterías de los gemelos, a la gentileza de Marcus y a… no, a William no se había acostumbrado, cada vez que lo veía soltaba un jadeo involuntario.

Miraba el suelo mientras caminaba al interior y se apartó un mechón de pelo para engancharlo tras su oreja al tiempo que alzaba los ojos. Al instante se quedó paralizada la escena: Marcus estaba tirado en el suelo con un sujetador sobre su pelo perfectamente engominado, era de color blanco con puntilla rosa, William tenía unas braguitas en la mano y las mantenía en alto para que Carlos no consiguiera alcanzarlas y Antonio jaleaba a su hermano mientras agitaba en el aire otro par de braguitas… y todas ellas eran de su propiedad. Se sonrojó hasta las orejas y se apresuró a arrebatar su ropa interior de las manos de todos.

- ¿Q… qué hacéis con mi ropa interior?- dijo mientras la guardaba en su bolso para que no siguiera a la vista.

- Mierda…- murmuró William llevándose una mano a la cara.

Al ver la ropa interior que habían sacado los gemelos de sus bolsillos al llegar no había podido evitar preguntarle sobre esta. Según dijeron, cuando Amanda había ido a prepararles un café, mientras ponían las cámaras en su casa habían decidido que debían saber más de ella y no había cosa que hablara tan bien de una fémina que la ropa interior que guardaba en los cajones. Por eso habían entrado en el cuarto y registrando encontraron un bonito conjunto de lencería rosa y blanca y unas braguitas negras… no había cosa más sexy que la ropa interior negra. En ese momento habían escuchado que ella volvía y desesperados por ocultar lo que acababan de hacer terminaron con ellos en los bolsillos.

Cuando descubrieron de los sentimientos de William por ella decidieron que debían darle un regalo ¿Qué mejor que unas braguitas para oler cuando quisiera consolarse solito en la habitación? En cuanto supo de quien eran se atragantó con su propia saliva y se apresuró a intentar conseguirla para devolvérsela, puede que pasaran un par de semanas en su casa, pero antes o después lo haría. Marcus quiso ayudar porque había mandado el mensaje y sabía que llegaría de un momento a otro, su educación no le permitía poner a una mujer en esa situación tan vergonzosa. Al agarrar el sostén que Antonio hacía dar vueltas sobre su cabeza mientras reía había caído al suelo tras resbalarse en algo que debían de haber traído aquellos dos alborotadores, la prenda había caído sobre su cabeza. William mientras tanto había conseguido arrancar de las manos de Carlos las braguitas a conjunto con el sujetador e intentaba que no lo tomara de vuelta… y ella había entrado justo en ese momento.

- Yo… esto… escúchame Amanda no es lo que parece- empezó mientras alzaba las manos algo sonrojado el rubio.

- ¿En serio William?- dijo Carlos chasqueando la lengua mientras negaba con la cabeza- no me esperaba esto de ti la verdad…

- ¡Pero si lo has robado tú!- respondió este mientras le daba una colleja.

- ¿Habéis… robado… mi… ropa… interior?- preguntó Amanda mirando de un gemelo a otro entre profundas respiraciones porque estaba a punto de explotar.

- No…-se apresuraron a decir a la vez pero algo les dijo que ella no les había creído- si… -rectificaron pero ella parecía más enfadada- ¿Puede?-preguntaron perdidos alzando sus hombros.

Sin decir nada más Amanda dejó caer su pesado bolso sobre el regazo de Marcus, algo duro debió dar en cierta parte blanda de su cuerpo porque se encogió de dolor al tiempo que apretaba los ojos y gemía… seguramente era el paraguas, aunque con todo lo que había allí dentro a saber, seguro que incluso había un portal interdimensional. Si su hermano le había enseñado algo era que debía saber defenderse por sí misma y sin pensarlo se dirigió hacia los gemelos, Antonio había bajado del sofá y estaba parado al lado de Carlos. Rápidamente le dio un fuerte puñetazo en la nariz a cada uno, Antonio cayó mareado sobre una silla mientras Carlos se agarraba la nariz que sangraban un poco. Ella empezó a mover su mano con gesto de dolor antes de soplarse los nudillos que escocían bastante y estaban algo rojos.

- ¡Así aprenderéis a respetar las cosas de los demás!- se volvió hacia William con el ceño fruncido- Joder… tenéis la cara dura en todos los sentidos…

- ¡Juro que yo no sabía nada! Quería recuperarla para devolvértela- aseguro apartándose un paso por si acaso.

- Joder… me has cascado los…- gimió Marcus llamando la atención de esta que se apresuró a recoger su bolso.

- Lo siento cariño ¿Te duele mucho? Hay dios… esto es culpa mía ¿Qué hago?- preguntó mientras se arrodillaba al lado de este.

- No… nada… solo- respiró profundo- deja que se me pase- pidió mientras alzaba una mano.

- Lo siento… te prepararé una tila ¿sí?- corrió hacia la cocina ya olvidando el incidente de la ropa interior.


William no sabía si reír o compadecerse de ellos, era el único que había salido ileso y por los pelos. Los gemelos se miraban la nariz el uno al otro, lo bueno de tener una cara exactamente igual a la del contrario es que podían ver los cambios que se habían producido, ambos le tocaban la nariz con cuidado al contrario y hacían muecas de dolor imaginando lo que debía dolerle a su hermano, puede que ella también hubiera sufrido con el golpe pero estaba más que claro que sabía dar puñetazos. Al poco volvió con una taza humeante que dejó en una de las mesas bajas de café que había frente a los sofás.

Amanda se sentía fatal por haber hecho daño a alguien que no se lo merecía, no sabía lo que se sentía al darse un golpe en una parte tan especial para los hombres pero había escuchado que no era nada divertido. Los gemelos parecían un tanto ocupados intentando recomponer sus narices como para ayudarla así que empujó a William hasta que tomó a Marcus de uno de los brazos y lo ayudó a levantar y a sentarse en una de las butacas.

- De verdad que lo siento mucho Marcus, contra ti no tengo nada- comentó mientras le daba la taza.

- No…- su voz sonaba forzada mientras se aclaraba la garganta con mueca de dolor- no pasa nada… ya se me pasará- intentaba respirar profundo para tranquilizarse.

- De todas maneras ¿Si estabais jugando con mi ropa interior para qué me llamáis? –ladeó la cabeza por lo mal que sonaba aquella frase, los gemelos empezaron a reír aunque pararon en seco en cuanto ella les miró con el ceño fruncido.

- Es por… joder… no puedo, habla tu William- gimió Marcus negando con la cabeza.

William estaba algo distraído en ese momento ya que se había fijado en la forma en la que ese conjunto resaltaba estupendamente las curvas de su cuerpo y se había dispersado. Parpadeó un par de veces antes de aclararse la garganta intentando acordarse de lo que tenían que hablar. Marcus dio un sorbo a su bebida mientras rodaba los ojos, William había tenido una época adolescente más o menos moderada y parecía que ahora se le habían salido las hormonas de madre como no le había pasado antes. En otra ocasión se habría burlado de él pero ahora estaba demasiado concentrado en intentar que su cuerpo dejara de doler.

- Emmmm… si- empezó a contar- hemos pensado que como tu cumpleaños se acerca sería un buen momento para avanzar en tu caso, le haremos una fiesta de disfraces aprovechando la cercanía de Halloween así podremos vigilar la situación sin ser reconocidos- le explicó tomando asiento en su butaca detrás del escritorio.

- Oh… ¿E… es necesario? Estoy acostumbrada a solo celebrar fiestas cuando está mi hermano y no ha podido pedir un permiso, en la marina son muy estrictos con ese tema- aclaró mientras miraba de unos a otros.

- Eso explica lo que sepa golpear de esa manera- mencionó Carlos.

- Parece que me haya golpeado un motorista gordo sudoroso y no una chica delgada y de brazos finos- comentó Antonio tanteándose la nariz con una mueca.

- Os lo merecíais- intervino William- me temo que vas a tener que asistir, así nos darás más información de Richard, no te preocupes, la haremos el sábado y así el miércoles, que es tu verdadero día, podrás celebrarlo como quieras… te enviaremos el disfraz y una chica que te maquillará y peinará ¿Qué te parece?

- Bueno, si es así… no veo por qué no- sonrió Amanda hacia él que tosió un par de veces para ocultar su sonrisa de satisfacción.

- ¡FIESTA! –gritaron los gemelos a la vez poniéndose en pie de golpe y empezando a bailar como si estuvieran en los ochenta.

Por un momento todos se quedaron mirando hacia ellos que estaban en su burbuja del mundo disco, les faltaban los pantalones de campana, el pelo afro y las plataformas. Marcus suspiró y volvió a su infusión ignorándolos por completo, William rodó los ojos y sacó un documento que empezó a rellenar con una estilográfica y Amanda… simplemente no podía dejar de mirar con la boca semiabierta entre sorprendida, asustada y divertida. Miró a William y este la miró a los ojos alzando una ceja antes de sonreír y tenderle un libro para que leyera, parecía que ella era la única que no estaba acostumbrada a ver a esos dos hiper-atractivos gemelos bailando como gogos de discoteca que acabaran de tomar LSD.

- No… no gracias- rechazó el libro mientras se ponía en pie- voy a casa a descansar, todavía me duele un poco la cabeza de anoche y pienso dormir toda la tarde- les informó dedicándoles una sonrisa- mañana os veo.

- Si pasa algo llámame- le pidió William antes de que se fuera.

- Está bien, de todas maneras el miércoles os invitaré a tomar algo- se colgó el bolso sobre el hombro.

- Pero dijiste que solo harías una pequeña fiesta- comentó Marcus.

- Lo se… pero vosotros sois parte de mis mejores amigos ahora… además Sofía no puede venir, su madre está en un hospital y cada cierto tiempo tiene que ir- salió cerrando la puerta tras ella.

Marcus y William se miraron el uno al otro con la culpabilidad escrita en el rostro, hacía tiempo que ella había pasado la frontera de mera clienta hacia algo más, pero nunca habían llegado a considerarla realmente como una amiga… ahora que les decía eso se había enternecido incluso más, era imposible poder mantener una distancia emocional con esa chica. Carlos y Antonio se miraron entre ellos, algo brilló en los ojos mientras un pensamiento colectivo se extendió entre los cuatro hombres: ¿Qué narices le compraban? A otra cualquiera le habrían dado alguna joya pero con Amanda necesitaban que sintiera que algo que habían pensado mucho y que llevaba sus sentimientos.

- Tengo que ir de compras- comentó William.

- A buscar algo para tu amada- le respondió Carlos antes de simular darse lote con su hermano.

Como única respuesta este tomó un cojín y se lo lanzó a la cara, impactó sin demasiada fuerza y el material era blando pero tenían la nariz adolorida e hinchada así que soltaron un quejido mientras se llevaban las manos a la zona afectada. Sonrió con suficiencia mientras salía de allí dejando tres doloridos hombres que se revolcaban sobre los sofás.

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